AÑO 1902. EXCURSION SIGUIENDO LOS CURSOS FLUVIALES.

En el año 1900 se funda la “Sociedad Militar de Excursiones”, creada por un centenar de militares, entre generales, jefes y oficiales de todas las armas del ejército español, y que tenía por objeto el estudio de España, en su aspecto militar, topográfico, científico e histórico. Me atrevo a decir, que simpatizantes del movimiento “Regeneracionista” de Joaquín Costa, vigente por aquella época.
Su fundador fue el entones comandante de Infantería D. José Ibañez Marín. Sobre este personaje, decir que nació en 1868 en Enguera (Valencia) y murió en 1909 en Melilla, durante la “Guerra del Rif”, concretamente en la acción denominada el “Desastre del Barranco del Lobo”, siendo ya teniente coronel. Hago mención a este militar por ser el director de la excursión (una de las muchas que realizaron) y narrador del artículo objeto de este trabajo.

Teniente coronel José Ibáñez Marín (Biblioteca Nacional de España)

Formaban esta expedición, además del mencionado autor de este artículo, comandante de Infantería José Ibáñez Marín, Felipe Navarro y Ceballos (comandante de Caballería), José de Madariaga (comisario de Guerra), Adolfo Pérez del Camino (oficial 1º de Administración Militar), Leopoldo de Saro (teniente de Infantería), Federico Belenguer (idem), tres ordenanzas y cuatro bagajeros, con dos caballos de tropa, cinco caballejos del país y tres acémilas, según describe textualmente D. José.

Pues bien, esta excursión, que tuvo lugar desde el 9 al 18 de marzo de 1902, aparece publicada en el semanario “La Ilustración Española y Americana”, una parte en mayo y otra en julio de dicho año, y “tenía por objetivo recorrer las fuentes de los ríos Tajo, Guadalaviar, Júcar y Cabriel en el llamado Nudo de Albarracín, bajando después por el curso del río Blanco, Turia***, o Guadalaviar, que por todos estos nombres es conocido, hasta el rincón de Ademuz, girando luego por la Serranía a Cuenca, punto de arranque y término del itinerario”.
En ella, se describe con realismo el paisaje y con crudeza las condiciones de vida de sus habitantes en ese 1902.

*** Sobre la denominación del Turia, quiero aclarar para quien no lo sepa, que en la actualidad a este río se le denomina Guadalaviar (traducido el árabe, “río blanco”) desde su nacimiento hasta el mismo Teruel, donde confluyen éste y el río Alfambra (traducido del árabe, “el rojo”, por transcurrir éste por tierras arcillosas que dan ese color al río). A partir de Teruel, ya se le denomina normalmente como Turia, hasta Valencia. Como curiosidad tengo que decir que en mi pueblo, Torrebaja, nuestros abuelos todavía lo denominaban “Guadalaviar”, y al respecto hay un dicho que todavía recordamos los “refraneros”: este decía, <<Nieblas por el Cerrellar (monte de Ademuz), agua por el “Gualaviar” (Guadalaviar)>>; quería decir que venía lluvia. También se denominaba como río Blanco, por lo menos hasta primeros del siglo XX.

“En el orden militar, convenía a los excursionistas el conocimiento de una región escabrosa, dominadora de importantes vías fluviales que van al Océano y al Mediterráneo después de discurrir por tierras feraces y bien pobladas; núcleo de montañas áspero y falto de comunicaciones, que si ayer fue refugio y atalaya para las gentes españolas que peleaban por su Independencia unas veces, llevadas de fanatismo político otras, será siempre posición y baluarte para encastillarse y amenazar a las huestes que desde la capital de la Monarquía marchen a Levante y a las provincias aragonesas, o que desde éstas se descuelguen a las ricas vegas valencianas”.

La primera parte de la expedición, es publicada el 8 de mayo de 1902 con el título de “Excursión al Nudo de Albarracín”. Este es un pequeño resumen:

Salen de Cuenca, por la puerta de su castillo, marchan por Buenache y Valdecabras, “y luego de vencer sin percance alguno mayor, pese al mal estado de las sendas, la empinada sierra de Valdemeca, cubierta de abundante nieve, y de gozar admirando el valle alto del Júcar, que por allí discurre riente y veloz, llegamos a la villa de Valdemeca...”, donde pernoctan.
Al día siguiente reanudan la marcha y llegan a las Salinas de Valtablao y a Fuente García “donde nace el Tajo en fuentecilla mansa y pura”... “Qué maravillosa luz la del otro valle oriental, por donde mansamente avanza el Cabriel...”. Al anochecer llegan a Royuela, ya de Teruel, y al día siguiente a Albarracín.

La segunda parte de la expedición, es publicada el 15 de julio de 1902 con el título de “A lo largo del Turia”, y que transcurre desde Albarracín (Teruel), hasta Cañete (Cuenca), pasando por el Rincón de Ademuz (Valencia):


“¡Oh, qué jornadas de tan bizarra belleza aquellas realizadas desde Albarracín á Ademuz, llevando por compañero y por guía el bravo río, torrente acá que horada la roca hasta abrirse paso por hoz de majestuosa altura; remanso allá de aplaceradas aguas; verjel por doquier, donde á porfía se elevan los esbeltos chopos por encima de los sombrosos y copudos nogales, los álamos junto á los guindos y á los perales, el pino y la vid cubriendo las mesetas lejanas y las laderas vecinas, con sus matices y su frescura!...”.

Esta segunda parte de la expedición, sale de Albarracín, donde quedan admirados de la belleza de la monumental villa, y en especial de su Colegiata, “...más a decir verdad, lo que más alegraba el ojo del elemento joven de la expedición era el recuerdo de aquellas bravías aragonesas que asomaban sus ojazos y sus mejillas rebosantes de color y de vida por las ventanas y las celosías de las empinadas callejas...”.
Se dirigen hacia el pueblo de Gea de Albarracín. “El día era espléndido; habíamos salido muy de mañana de Albarracín, y al par que nos solazábamos admirando las angosturas y los vallejos con los contrastes que presenta allí el Turia, ó río Blanco que le llaman los naturales...”.

Plaza de Albarracín

Llegan a Gea, donde se hace un alto en el camino, “para que gente y ganado repusieran fuerzas”. A su llegada, acudieron varios vecinos a venderles “pan, huevos, cebada y volatería (aves de corral o de caza), con “harto dolor” del dueño del establecimiento que los hospedó para el almuerzo, un antiguo arriero apellidado (o apodado) Palomeque, que les sacó un odre (boto) de vino, del que dieron cuenta todos, incluido el hospedero, que tenía mucha curiosidad por el objeto de esta excursión. Por lo visto, uno de los expedicionarios le comentó que estaban haciendo un estudio sobre aquellas comarcas montañosas, temiéndose revueltas de carlistas, republicanos y revolucionarios. El viejo arriero Palomeque, corrido por los años, sentenció sin abandonar el vaso de vino: “Trabajillo le doy á quien quiera que nos lancemos al campo... Allá D. Carlos (carlistas) se las avenga y busque... Allá los republicanos con sus monsergas... Nosotros, señor, á nuestra hacienda, y a cumplir con el deber de sacar adelante a la familia... Y tenga en cuenta que se lo dice un hombre que no está harto de pan ni de vino, y que vivió en el camino veinte años. Y ya habrá oído decir que un año de arriería enseña más que tres de teología...”. Este comentario, demuestra la indiferencia política de la gente de estos pueblos y en aquellos tiempos, como tal fue años antes, durante el período de las guerras carlistas, pues prácticamente había una economía de subsistencia, y no cabían otro tipo de “cavilaciones”.

Túnel en la carretera de Teruel a Albarracín

Restos de un castillo en el camino de Teruel a Albarracín

Sale la expedición de Gea. “No dejaron de hacernos pensar estas reflexiones del huésped; ellas, le sencillez de las gentes de Gea, y cierto rotulillo socialista que vimos en las piedras de un túnel de la carretera, pregón de la fe y del apostolado tenaz de la secta, constituyeron el tema de la conversación hasta que la silueta de Teruel, con sus torres resplandecientes dentro, y su vega feraz y tranquila fuera, ahuyentaron nuestras filosofías”. Descansan y pernoctan en la capital.

En esta jornada, desde Teruel, y río Turia abajo, llegan al pueblo de Villel, “encantados de la singular bizarría del cuadro, de fondo verdinegro, del que se alzaba la peña en cuyo otero aún luce sus torres mochas el castillejo medioeval”. En Villel, según el narrador, encuentran buen acomodo, “en forma de casa limpia, con patrón discreto y con cama digna de cualquier reverendo rebolludo y apersonado”... “Tal me aconteció con mosén Plácido, mi huésped de Villel, tipo ideal de cura lugareño y de hidalgo de chapa, devoto, comedido, gran madrugador y amigo de la caza”. Con el cura asistió el narrador a los ejercicios de Cuaresma, y luego le acompaña a conocer el pueblo, “mostrándome el solar de Calomarde***, aquel vivo ejemplo de advertencia para cortesanos é intrigantes, buen aragonés, pero falaz y liviano para María Cristina y para la causa de su hija Isabel II...”.

*** Francisco Tadeo Calomarde, nació en Villel en 1773. De ideas absolutistas, alcanzó gran influencia en la corte del rey Fernando VII. Durante la “Decada Ominosa”, fue Ministro de Gracia y Justicia. Partidario de la “Ley Sálica”, conspiró a favor de D. Carlos María Isidro, en el conflicto sucesorio entre éste y la hija del rey, Isabel II, que como sabemos desembocó en la Primera Guerra Carlista. Posteriormente, también fue ignorado por los del bando carlista.

A la mañana siguiente salen de Villel, continuando su ruta. Hicieron un alto en alguna masía de las que había entre este pueblo y el de Libros, donde “pedimos agua y aguardiente, que se nos facilitaron con la liberalidad peculiar de la tierra”. Estas cosas les fueron dadas por una labradora de esa masada, la que no quiso aceptar el pago que le ofrecieron, “unas monedas que le dábamos para sus pequeñuelos”. La mujer, asombrada por la presencia de esos forasteros exclamó: “¡Nunca hemos visto tanta nobleza! ¿adónde va tanta majencia señores? –A Ademuz, replicamos. – Pues aún les queda, aún”. Siguen su camino. “El río corre desde Villel á Ademuz por angosturas y hoces tan grandiosas como las de su curso superior”.

Llegan a Libros. “Es Libros un pueblecito situado en la misma orilla del río, alegre y vistoso, último de Aragón por aquel rumbo”...“Cuando llegamos á la plaza del mercado, un ciego canturreaba romances milagreros...”.

Vista de Libros, confín de Aragón con Valencia

De Libros a Ademuz. No nombra, como parte del trayecto y curso del río, las aldeas de Mas de Jacinto, ni Torrealta. Pero lo que más me extraña es que ni siquiera mencione a Torrebaja, donde, como es sabido confluyen el río Turia y el Ebrón (o río Castiel).

“Ya en Ademuz, la temperatura, los frutos, el tipo de mujer, más blanca y escultural, las costumbres semiárabes, todo acusa que se llega á las riberas de Valencia. ¡Qué gritos guturales, especie de aullidos quejumbrosos, los usados por los mozos del lugar para llamar a las zagalas de sus amores luego de que anochece!”. Ignoro a qué se puede referir el narrador con lo de “gritos guturales”. Se me pasa por la cabeza fueran los de alguna rondalla o tipo de cántico que harían los mozos, además, teniendo en cuenta que por aquellas fechas se celebraban las ferias en Ademuz, pero esto es sólo una idea mía sin más.

Vista de Ademuz, tomada desde el río Turia

De Ademuz “abandonamos el curso del Turia para volver al del Júcar” atravesando las sierras “pobrísimas de vegetación y de monte”.

Alcanzan el curso del río Cabriel por Salvacañete y después llegan a Cañete. “Es Cañete cabeza de partido judicial, y elige un diputado a Cortes; conserva en su término alguna pinada, y cosecha riquísima miel, que podrían constituir base de riqueza y porvenir. Pero...ha estado sin maestro de escuela la friolera de doce años, y sin maestra de niñas casi otro tanto, dato absolutamente verídico, que por sí solo pone espanto en el alma y explica la horrible criminalidad que aquel juzgado registra”.

Vista de Cañete

Parece terminar la expedición en este punto de Cañete. Para finalizar el artículo, y a modo de conclusión, el narrador hace unas crudas reflexiones sobre los sitios visitados:

“La pobreza de esas serranías es tan extremada, como la ignorancia y la bondad de sus naturales. Suelen cosechar patatas y judías arriba en las alturas; vino y algún maíz abajo en las laderas cercanas al Turia, donde no llegan los beneficios del riego. Los de abajo llevan vino á cambio de patatas que dan los serranos, sirviendo como precio regulador el de tres reales la arroba del tinto, por cierto nada despreciable, pese á su mala elaboración. En Valdemeca, como en Frías, Villel, Salvacañete, Ademuz, los niños ignoran cuál es su nacionalidad. Sólo saben que son de Villel, ó de Frías, ó de Buenache... El nombre de España ¡no les suena!
Jamás, jamás han visto la santa bandera que nos cobija. Por casualidad han oído hablar del Rey, á quien, eso sí, conocen por la moneda...
Los directores de nuestra sociedad, y, en general, las clases conservadoras, deben meditar acerca del cuadro anterior, que es, á la postre, el de la mitad de la nación.
Hay que llevar pan para el cuerpo y pan para el espíritu de las gentes, como hay que llevar agua que fertilice y refresque las tierras, si no queremos correr las contingencias de un incendio estival, fácil siempre en suelos secos y abandonados”.
JOSÉ IBÁÑEZ MARÍN.


DE LO QUE SUCEDÍA EN ESPAÑA EN AQUEL TIEMPO

Período denominado la “Restauración Borbónica” (1874-1931). El artículo descrito transcurre durante el reinado de Alfonso XIII, siendo regente su madre, María Cristina de Habsburgo-Lorena, hasta la mayoría de edad de Alfonso, mayo de 1902.
El Presidente del Consejo de Ministros es Práxedes Mateo Sagasta, del Partido Liberal, que se venía turnando en el gobierno con el Partido Conservador (de Antonio Cánovas del Castillo). Extraña pero institucionalizada política de pactismo y alternancia en el poder de la nación.
Recién se había producido (1898) la pérdida de las colonias españolas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, lo que produce una crisis moral, económica y social en el país. Sin embargo, este acontecimiento, hace surgir los movimientos “Regeneracionista” (en lo político y social), la denominada “Generación del 98” (en lo literario e ideológico), y el “Modernismo” (como movimiento estético en las artes, especialmente en lo literario y en la arquitectura). Estos movimientos surgen ante el denominado “problema español”.

Alfonso XIII (fotografía de joven)

Práxedes Mateo Sagasta (cuadro de José Casado del Alisal)

Joaquín Costa



FUENTES:

Revista “La Ilustración Española y Americana”, 8 mayo 1902 (Artículo: “Excursión al Nudo de Albarracín”).

Idem., 15 julio 1902 (Artículo: “A lo largo del Turia”).

Comentarios

  1. Un relato magnifico de la historia comarcal de la zona. Explicando con sencillez y acierto para su fácil comprensión. En el cual se detallan los problemas y carencias del pueblo en esta parte de España. Que abandono y que desidia por parte de los poderes políticos, demuestran la indiferencia y despreció hacia estas comarcas que arrastran de por Vida. Aún hoy se nota al visitar esas comarcas, su historia marcada de por vida. Bien es verdad que el paso del tiempo y la evolución normal van restañando esas heridas.

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