AÑO 1836 (JULIO). ASEDIO CARLISTA EN LANDETE




Sucesos en la Primera Guerra Carlista y en este sector previos al asedio:

Ya el 23 de mayo de 1836 una facción carlista de “Serrador” (José Miralles Marín, de Villafranca del Cid, Castellón) mantuvo un enfrentamiento con fuerzas gubernamentales en Ademuz, terminando esta acción prácticamente “en tablas”, por falta de municiones de parte de los “legitimistas” (carlistas). “Las facciones entregan a las llamas al pueblo de Ademuz”, por no haber conseguido ocuparlo.

El día 31 de mayo una partida carlista procedente de Chelva (Valencia), supuestamente de el "Fraile de la Esperanza" (Miguel Sancho, de Liria) y/o "Cayetano" (Cayetano López y Martínez, de Chelva), matan al alcalde de Santa Cruz de Moya (Cuenca).

El 13 de junio, una columna gubernamental mandada por el general Narciso López de Urriola (comandante general de Cuenca) llega a Utiel (perteneciente a Cuenca entonces), en prevención de incursiones carlistas “pues la facción anda cerca”. La columna se componía de un batallón de “voluntarios de Cádiz y Extremadura”, 70 coraceros y 40 lanceros; total 1.200 hombres.
“En estas tierras escasea mucho el dinero, y también las esperanzas de tenerlo...”. Por lo visto, los soldados llevaban ya un mes sin cobrar su paga. “...Bien puediera el gobierno fijar su atención sobre un punto de tanta importancia...”.

El 20 de junio de 1836, una columna gubernamental (“cristina” o “isabelina”), mandada por el general Joaquín de Ezpeleta Enrile, tuvo un combate en Ademuz contra fuerzas carlistas (no hay más información al respecto).


Pues bien, esto fue lo ocurrido:

El 15 de julio de 1836, la guarnición del pueblo de Landete (Cuenca), perteneciente al “batallón ligero de Extremadura”, formado por voluntarios y mandado por el capitán Diego María de Silva, es sitiada por una facción del jefe carlista “Fraile de la Esperanza” (Miguel Sancho), reforzada con otras compañías que le había enviado “Ramón Cabrera y Griñó”, éstas mandadas por “Carné” (Eudaldo Carné).

Según el historiador carlista Melchor Ferrer y otros, en el libro "Historia del Tradicionalismo Español", fue el coronel carlista Lluis Llagostera y Casadevall, quien con fuerzas aragonesas, libró esta acción. Esto puede ser perfectamente compatible con lo dicho anteriormente, pues las compañías que envió Cabrera y que mandaba "Carné" podrían estar a cargo de uno de sus principales jefes, el dicho "Llagostera".

Se refugian en la iglesia y torre, que fueron incendiadas. Fue un asedio duro, que se levantó al día siguiente, cuando se retira la facción tras el saqueo del pueblo. Entre el 16 y el 18 entran en Utiel, desde donde parten hacia Chelva y Aragón.


Defensa heróica de Albocácer (Juan Alaminos)

La siguiente noticia, es un relato de este sitio sufrido en la iglesia y torre de Landete ese día 15, y publicado por el periódico
“El Español” (Madrid) el 27 julio 1836:

HEROICA DEFENSA de 160 voluntarios del batallón ligero de Extremadura, sitiados en Landete desde el 15 al 16 [1836 julio] por la facción del titulado Fraile de la Esperanza.
En el número último de este boletín suspendimos hablar de la aparición de los rebeldes en Landete, porque las noticias recibidas hasta el 17 no nos parecieron suficientemente circunstanciadas para poder informar al público de su fuerza, rumbo que tomaban, o pueblos que intentaban saquear, que es el único objeto de sus correrías. Estos detalles han llegado por los conductos militar y civil, y aunque nos sea sensible presentar el lastimoso cuadro de devastación que ofrece en el día el desgraciado pueblo de Landete, invadido por los feroces secuaces del oscurantismo, insertamos aquí el parte que el comandante del primer batallón de voluntarios de Extremadura D. Félix de Herrera ha dado desde Moya al señor comandante general interino de esta provincia [Narciso López de Urriola], refiriéndose al relato que le hizo a su regreso a aquella villa el bizarrísimo capitán del mismo cuerpo D. Diego María de Silva, que mandaba los leales defensores de la patria y que han sufrido el sitio en la iglesia y torre del referido pueblo de Landete, sitio horroroso, cuya pintura irrita más bien que enternece a las almas libres, al considerar las perfidias y diabólicas astucias que para triunfar de un puñado de valientes emplearon, aunque en vano, los viles sectarios de la opresión. El parte a que aludimos, y que coincide exactamente con el que ha pasado al señor gobernador civil el ayuntamiento espectador de estos horrores, dice así:

     “Que no habiendo recibido mi oficio (el capitán Silva) por el que le prevenía se pusiese sobre las armas hasta esperar la llegada del capitán D. José Juy con su tropa, se vio casi sorprendido, teniendo a los rebeldes inmediatos al pueblo por el camino de Santa Cruz en número de 200, según el primer aviso que a las nueve y media de la mañana le dio un molinero: inmediatamente hizo tocar llamada y destacó al subteniente D. Antonio Cascaron con 20 hombres en las casas de San Miguel que dominan aquella avenida; al subteniente D. Francisco de Silva, hijo del D. Diego con otros 20 en la plaza, y él con el subteniente de tiradores D. Francisco Muga y resto de la fuerza se situó en los parajes que están a retaguardia de la iglesia, con el objeto de reconcentrar allí sus fuerzas y emprender la retirada por Moya en caso de que fuesen muy superiores las del enemigo y no pudiesen contrarrestarlas. Al mismo tiempo dispuso que el ayudante D. Francisco Alvarez que manda la caballería del regimiento de Castilla 1º de ligeros saliese con los 13 caballos únicos que le quedaban a practicar un reconocimiento, quien volvió a pocos momentos diciendo que a la cabeza de los facciosos por aquella parte venían 70 a 80 caballos, a los que no podía resistir, y que en todas direcciones se veían superiores fuerzas, estando ya tomado el camino de Moya, siendo por consecuencia impracticable la retirada para este punto: entonces resolvió encerrarse en la iglesia tomando posición en unos vallados inmediatos a ella para esperar la incorporación de las guerrillas que mandó retirar, previniéndole al referido ayudante de caballería se pusiese en salvo si podía hacia Fuente del Espino por considerarlo inútil y embarazoso con los caballos en la iglesia. En efecto la caballería logró su designio, y el capitán se sostuvo en el parapeto hasta que se replegaron las guerrillas; se refugiaron en la iglesia las señoras y familias de los oficiales, sus caballos y equipajes, y se introdujeron algunos cántaros de agua: verificado esto se encerró, y desde entonces empezó el ataque más obstinado por parte del enemigo: el capitán Silva hizo ocupar la torre haciendo desde ella fuego a los que se dejaban ver, y aspilleró la puerta de la iglesia para defenderla de un incendio; pero el enemigo entorpeció este medio acercando un carro lleno de colchones con lo que paralizó las aspilleras, y estando al propio tiempo a cubierto de los tiros de la torre intentó minar por un costado de la puerta para introducirse en la iglesia, lo que no pudo conseguir: sin embargo el capitán Silva que advertía estos trabajos, y por si acaso incendiaban la puerta hizo levantar con las bayonetas parte del pavimento de la iglesia y formó un parapeto detrás de aquélla. Viendo el enemigo burlados los esfuerzos por esta parte, intentó y consiguió abrir un agujero por el otro costado que da a la sacristía, y aglomerando en él combustibles, logró prendiese el fuego en los cajones que había en aquélla: en vano el bizarro sargento 2º de la compañía de carabineros Domingo Morey y varios soldados intentaron separar el fuego con varas muy largas; en el momento cayó el sargento en tierra partida la canilla de un muslo por una descarga que les hicieron desde fuera, habiendo quedado heridos al propio tiempo un cabo y varios soldados: el fuego se propagó en toda la sacristía que estaba llena de soldados los cuales se salvaron atropellando unos las llamas hacia la iglesia y arrancando otros una reja salieron a la calle cayendo en poder del enemigo. Comunicándose el fuego al altar mayor se corrió por todos los demás, y la iglesia se convirtió en un volcán, que rompiendo por la capilla mayor arrojaba las llamas hasta las nubes: la tropa que por su fuerza de ciento sesenta hombres no cabían en la torre y su escalera, se vieron obligados a romper el cuarto del reloj y pasar a ocupar la cima de la bóveda; pero el humo los iba a sofocar y se salvaron de este riesgo rompiendo el tejado: aún no fue bastante este recurso; la bóveda llegó a caldearse a punto de no poder sufrir su ardor en los pies, y se vieron obligados a apoyarse sobre las vigas y maderos en que descansaba el tejado, los que también principiaron a arder, y cuyo fuego consiguieron apagar con los escombros. En este estado, vimos las llamas hasta las doce de la noche en que sin duda se apuraron los combustibles que contenía la iglesia, cesando al propio tiempo el fuego de los combatientes. Viendo por último los rebeldes que nada conseguían por la fuerza emplearon la perfidia, gritándoles a nuestros soldados y diciéndoles, arrojad por la torre a ese capitán que os engaña y quedaréis indultados; a lo que contestaban estos soldados tan valientes como fieles, no lo esperéis; primero pereceremos todos abrasados, repitiendo, viva la libertad, Viva ISABEL II.... Así continuaron en calma el resto de la noche unos y otros, sin que los rebeldes pudiesen entrar en la iglesia ni bajar a ella los nuestros, hasta que por la mañana se renovó el fuego de fusil que duró hasta las nueve de la misma que emprendió su retirada la facción. Luego que los sitiados la vieron á distancia, principiaron a descolgarse por la escalera que habían cortado y se dirigieron para este punto, habiendo yo mandado salir a su encuentro inmediatamente dos compañías, y los pocos caballos que aquí hay para protegerles en caso de haber dejado el enemigo alguna emboscada.
No es posible expresar lo que han sufrido y padecido estos beneméritos soldados en el corto tiempo de veinte y cuatro horas: sólo pueden formar una idea de ello, los que como yo los vieron subir a este punto mezclados con las compañías que bajaron a recibirlos a quienes todos los espectadores distinguían bien, pues más parecían espectros que hombres: veinte y cuatro horas sin comer ni beber (pues la poca agua que entraron se evaporó cociendo en los cántaros) no es nada para lo que su espíritu debió sufrir viéndose cercados del fuego en el que se decidieron a perecer antes que entregarse: hasta el aire les fue contrario, pues el denso humo que despedían las llamas se corría como una nube sobre toda la iglesia y la torre, respirando con dificultad: su valor y decisión ha sido igual al de los memorables de Ceniceros; pero sus riesgos y padecimientos han sido superiores: aquéllos pudieron acogerse todos a la torre; éstos estuvieron el mayor número sobre un volcán: así que, habiendo sido general el conflicto, iguales en los esfuerzos estos bravos, no me es permitido recomendar a ninguno en particular; todos han contribuido a una de aquellas acciones distinguidas marcadas por la ordenanza, y a todos los considero dignos de la munificencia de S. M.: rogando á V. S. tenga la bondad de trasmitir estos hechos al Excmo. Sr. capitán general para que se digne elevarlos al trono que tan heroicamente han defendido aquéllos.
Acompaño a V.S. lista de los señores oficiales que sufrieron el sitio, los cuales han perdido en la iglesia sus equipajes y caballos, de lo que, ni aún vestigios aparece: también incluyo lista de los muertos y heridos, a los que no se les puede negar un doble mérito por la sangre que han derramado.
La pérdida del enemigo según las noticias de los oficiales y paisanos asciende a 30 muertos y un número considerable de heridos, pues que economizando nuestra tropa las municiones, sólo disparaban a tiro hecho: la fuerza total del enemigo consistía en 1.000 infantes y 150 caballos.
De las demás comunicaciones que tenemos a la vista resulta que esta facción, denominada la del Fraile Esperanza, su primer corifeo, ha sido reforzada con cuatro compañías escogidas de catalanes que le ha mandado Cabrera, quien puso a su frente a Carnés [Eudaldo Carné], uno de sus dignos segundos; hombre audaz, cruel, y que en nada le cede en lo sanguinario. El mismo, que ha salido cargado con los despojos del saqueo de Landete, quedando esta asolada villa reducida a la última desgracia. Exigió 4.000 reales al ayuntamiento; todas las existencias de los fondos públicos; robó apenas penetró en él, los vasos Sagrados del templo, que ha reducido a pavesas y era el más bello ornato del país, complaciéndose con feroz alegría en ver arder las sacras efigies y hasta las formas consagradas que derramaron por el altar mayor sus sacrílegos satélites al extraer del tabernáculo el copón, que con los ornatos de más valor se han llevado; obligando a los aterrados vecinos a que descolgasen casi entre las llamas las coronas de las imágenes, y en seguida les hizo conducir a toda prisa las mieses propias que tenían segadas, y que eran toda su esperanza y fortuna, para con ellas acelerar el incendio, que según la intención de los perversos, debía consumir o hacer rendir a los invictos defensores de nuestra adorada REINA y de la libertad. ¡La pluma escapa de las manos al describir semejantes atrocidades…¡ ¡Y he aquí los asesinos que se titulan defensores de la religión! ¡Estos son los instrumentos y ciegos servidores de ese fanático rey de las montañas!!!
No hubieran consumado impunemente estos horrorosos atentados, si el impávido comandante general de esta provincia D. Narciso López hubiese tenido al menos 800 soldados disponibles; pero la defensa de ella está en la actualidad reducida a sólo los voluntarios de Extremadura y de Cádiz, que no ascienden á 500 combatientes; fuerza insignificante, si se atiende a la extensa línea que deben cubrir, y a que es absolutamente indispensable guarnecer el interesante punto de Moya, mantener fuerza en Utiel por muchas razones, y no abandonar enteramente esta capital. Así es que los rebeldes han aprovechado la ausencia del caudillo y activo defensor de esta provincia, ante el que siempre huyeron y el que ahora se halla sin salud y sin tropa en esta ciudad, desde la que ha hecho e insistido en su dimisión. Ellos, en fin, han salido de Landete, si no triunfantes de los leales de Extremadura, que se han mostrado superiores a todo género de martirio, cargados al menos tranquilamente con el fruto de sus rapiñas, llevándose muchas reses vacunas; y ¡ojalá que atraídos por los recursos inmensos que hallarían en el país, no repitan sus incursiones!. Porque entonces no adivinamos quien podrá oponérseles por su parte”.


Este es el relato que aparece en el libro "Historia del Tradicionalismo Español", de Melchor Ferrer y otros:


"No fue de menor importancia la acción que libró el coronel Llagostera, con sus fuerzas aragonesas, contra la guarnición del pueblo de Landete (Cuenca), defendido por el capitán de voluntarios de Extremadura, don Diego María de Silva. Los carlistas vencieron en el pueblo la resistencia de los defensores, quienes se refugiaron en la iglesia para continuar la lucha. Dueños los carlistas del pueblo, y con el fin de conseguir la rendición de los cristinos, incendiaron la Sacristía, y aunque el fuego se propagó a la iglesia, los cristinos que la ocupaban se negaron a rendirse. Comprendiendo el jefe carlista que el entretenerse para reducirlos no conseguía resultado alguno de importancia, después de ocupar la población durante 24 horas regresó a la provincia de Teruel".


Estas son otras noticias que publica al respecto el “Eco del Comercio” (Madrid), el día 23 de julio de 1836:

NOTICIAS DE ESPAÑA - VALENCIA 16 de julio
- “La facción del fraile Esperanza entró anteayer [julio 14] en Utiel”.
- “El citado brigadier marqués de Villacampo [Luis de Salamanca y Martínez de Pisón], con fecha 16 desde Alpuente dice casi lo mismo, añadiendo dejaba aquel país sin facciosos, pues los que persiguió él, marcharon por Santa Cruz de Moya, añadiendo que el día anterior [julio 15] al ponerse el sol se oyeron descargas entre Moya y Landete. Nada se sabía del señor general en jefe”.
- “Posteriormente y con referencia a parte del comandante militar de Requena se sabe que la facción estaba atacando la guarnición de Landete”.


Tras el asedio de Landete, parte estas fuerzas carlistas, a cargo del coronel Eudaldo “Carné” (antes mandadas por el Fraile de la Esperanza), y de “Agradet”, se retiran y entran en Utiel entre el 16 y el 18 de julio de 1836. Desde Utiel parten posteriormente, probablemente hacia Chelva y Aragón, como se ha dicho antes.
Concretamente la facción de Carné [Eudaldo Carné] se hallaba el 20 en Chulilla, “donde se lidiaron por las calles varios toros amarrados con sogas, de los que robaron en Landete”.

A finales de julio, facciones de Joaquín Quílez y el “Fraile de la Esperanza” (Miguel Sancho), son batidas en Ademuz (Valencia), y por Manzanera y Albentosa se dirigen a Rubielos de Mora (estos tres de Teruel) el 1 de agosto.

En la primera quincena de septiembre de 1836, empiezan a aparecer en la prensa noticias relacionadas con la Expedición Gómez que, aunque indirectamente, tuvieron alguna repercusión en la zona, y más todavía en la comarca Utiel-Requena.
En cuanto al Rincón de Ademuz, hubo por ejemplo, pedidos de raciones a Torrebaja por parte de la facción de Joaquín Quílez, que con unos 3.000 hombres venía desde Manzanera (alrededor del día 10 de septiembre).
Durante la 1ª Guerra, fueron varias las expediciones realizadas por los carlistas a lo largo de la península, con el fin de descargar la intensidad de la guerra en algunos puntos (País Vasco y Navarra), extendiendo el conflicto a todo el país. Además de fortalecer su causa, buscar la adhesión ideológica del pueblo, reclutar fuerzas para su ejército.
Esta expedición en concreto, denominada “Expedición Gómez”, fue iniciada por el general carlista Manuel Gómez Damas, y parte de Amurrio (Alava) el 26 de junio de 1836, con unas fuerzas de 2.700 hombres, 180 caballos y 2 cañones. Se dirige a Asturias y Galicia, atraviesa Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, pasa a Andalucía y Extremadura. Vuelve a su punto de partida (País Vasco) casi con las mismas fuerzas, sin haber cumplido sus objetivos, por lo que D. Manuel fue juzgado y encarcelado.
Esta expedición, llegó a nuestra zona procedente del Señorío de Molina, y vía Sierra de Albarracín, a Salvacañete (Cuenca), de allí por Alcalá de la Vega, Moya, Landete, Aliaguilla, a Utiel (incluído un ataque a Requena). De Utiel a la provincia de Albacete por Casas Ibáñez. Ya en la provincia de Albacete, hubo uno de los enfrentamientos importantes de esta expedición. Sucedió en Villarrobledo el 20 de septiembre de 1836.


CONTEXTO HISTORICO Y DE LA GUERRA EN LA ZONA

En este periódo en España, Regencia de María Cristina de Borbón Dos-Sicilias (viuda del rey Fernando VII), por minoría de edad de su hija Isabel II, y recién estrenado (15 de mayo de 1836) el gobierno de D. Francisco Javier de Istúriz y Montero, perteneciente al “ala moderada” del liberalismo. Corto gobierno que terminaría el 13 de agosto de ese mismo año.
El pretendiente carlista a la Corona era D. Carlos María Isidro de Borbón, Carlos V para sus seguidores.

María Cristina, Isabel II y Carlos María Isidro (retratos de Vicente López Portaña)

Respecto a esta I Guerra Carlista, por aquí fue cobrando importancia el pueblo de Chelva, donde en abril se había creado la denominada “División Carlista del Turia”, pasando a ser esta plaza refugio y cuartel general carlista  casi durante toda la contienda en este sector.
Frecuentes incursiones procedentes de la misma Chelva y del Maestrazgo turolense por la Serranía de Cuenca, zona de Utiel-Requena, La Mancha, Rincón de Ademuz, Serranos, y las mismas huertas Valencianas.

Un personaje muy importante por aquí fue el jefe carlista “Fraile de la Esperanza” (Miguel Sancho)***

      *** Miguel Sancho, el "Fraile de la Esperanza", nació en Lliria hijo de labradores. De niño tuvo una grave enfermedad, durante la cual su madre Esperanza hizo la promesa de vestirlo de frailecito ("vestirle el hábito por devoción") si su hijo sanaba, lo cual así fue. Es por eso su apodo de "Fraile de la Esperanza" (pues él no fue clérigo, como otros personajes del carlismo). De joven ayudó a su padre en la agricultura, y después pasó a ejercer de arriero y se le tuvo por contrabandista, por lo que fue perseguido por la justicia. Tras la muerte de Fernando VII se encaminó a Morella para unirse con los carlistas del barón de Herbés. Tras la derrota carlista en la "acción de Calanda" (1833 diciembre), permanece oculto hasta mediados de 1834, en que pasa a las órdenes de Manuel Carnicer. Encuadrado en la "División del Turia", posteriormente fue nombrado comandante de la misma (aunque escaso de educación y sin preparación militar).
A partir de 1836 es personaje muy destacado en esta zona (Chelva, Utiel, Serranía de Cuenca, Rincón de Ademuz...), mandando tropas carlistas en el sitio de Landete (15-07-1836), ataque a Requena (13-09-1836), ataque al fuerte de Cañete (26-05-1837), sitio al fuerte de Moya (25-10-1837)... Según noticias de la época "aunque salvaje y estúpido, no fue tan cruel como otros". Al finalizar la guerra, se le sabe ubicado en Benasal (Castellón) "oscuro e ignorado".



BIBLIOGRAFIA y FUENTES:

Periódico “El Nacional” (Madrid): 8 de junio 1836.

Periódico “El Español” (Madrid): 1 junio 1836.

Periódico “Revista Española” (Madrid): 3 junio 1836.

Periódico “El Español” (Madrid): 28 mayo 1836.

Periódico “Eco del Comercio” (Madrid): 4 junio 1836.

Caridad Salvador, Antonio. “Cabrera y Compañía. Los jefes del carlismo en el frente del Maestrazgo”. Institución “Fernando el Católico”, 2014.

Sánchez Garzón, Alfredo (cronista oficial de la Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz). “Aproximación a la Historia del Convento de San Guillermo en Castielfabib y Noticia del Hospital de la Villa”. Ayuntamiento de Castielfabib, 2001.

Periódico “El Nacional” (Madrid): 11 junio 1836.

Periódico “Eco del Comercio” (Madrid): 20 junio 1836.

Melchor Ferrer, Domingo Tejera y José F. Acedo. “Historia del Tradicionalismo Español” (tomo XI). Ediciones Trajano, Sevilla, 1948.

Periódico “Eco del Comercio” (Madrid): 23 julio 1836.

Periódico “El Español” (Madrid): 27 julio 1836.

Periódico “El Nacional” (Madrid): 22 julio 1836.

Periódico “Eco del Comercio” (Madrid): 24 julio 1836.

Periódico “El Español” (Madrid): 27 julio 1836.

Periódico “Revista Española” (Madrid): 10 agosto 1836.

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